
Las Siete Iglesias
La Peregrinación
La peregrinación a las Siete Iglesias, concebida por San Felipe Neri en el siglo XVI, es una de las tradiciones romanas más antiguas. Son unos 25 kilómetros que serpentean por la ciudad, llegando hasta la campiña romana, las catacumbas y algunas de las magníficas basílicas de Roma.

Basílica de San Lorenzo Extramuros
En el año 258 el emperador Valeriano promulgó un edicto por el que se ordenaba la muerte de todos los obispos, presbíteros y diáconos. Entre estos se encontraba también San Lorenzo, un diácono de origen español, a quien está dedicada la basílica y que aún hoy conserva sus reliquias.
La tradición indica que su martirio tuvo lugar sobre una parrilla ardiendo, en el mismo lugar donde hoy se alza la estructura edificada por el emperador Constantino.
El edificio actual es la fusión de dos estructuras precedentes, una construida hacia finales del siglo VI y la otra a principios del siglo XIII. Durante la Segunda Guerra Mundial, la catedral fue completamente destruida debido a los bombardeos de los aliados, para luego ser reconstruida sobre sus escombros. Muchos de los frescos se perdieron, mientras que los restos de la antigua iglesia se recogieron donde hoy se encuentra el cementerio de Verano.

Basílica de la Santa Cruz en Jerusalén
En la época del emperador Augusto la zona en la que hoy se alza la basílica era parte de la periferia de la ciudad y de carácter residencial. En el siglo III, de hecho, se construyó allí una residencia imperial.
Cuando Constantino trasladó la capital a Constantinopla, la zona quedó en propiedad de su madre Elena, que decidió transformar una parte de la residencia en capilla para la conservación de las reliquias de la Cruz, encontradas por la propia soberana en el Monte Calvario durante su peregrinación a Tierra Santa en el año 325. Alrededor de la capilla se construirá después la actual basílica.
A lo largo de los siglos ha habido muchas restauraciones y reformas, entre las que destacan de manera especial las realizadas por el cardenal Mendoza (1478‑1495), durante las cuales se encontró una caja mortuoria en el arco del ábside de la iglesia con el Titulus Crucis en su interior.
Por tanto, la basílica fue concebida desde el principio como un gran relicario para proteger y conservar los preciosos testimonios de la pasión de Jesús. De hecho, será llamada "en Jerusalén" precisamente porque en su interior, entre otras cosas, hay tierra consagrada del Monte Calvario, puesta en la base de los cimientos.

Basílica de San Sebastián Extramuros
El emperador Constantino fue el mecenas de esta basílica en el siglo IV d.C., dándole el nombre de Basílica Apostolorum en honor de los Apóstoles Pedro y Pablo, cuyas sagradas reliquias se habían conservado aquí durante unos cincuenta años desde las persecuciones de Valeriano en el siglo III d.C.
Sólo más tarde se convirtió en iglesia de San Sebastián, en honor del soldado martirizado en tiempos de Diocleciano, cuyos restos, conservados en la catacumba vecina, habían animado cada vez más el culto que se le dedicaba.
Fue erigida como parroquia en 1714 por el Papa Clemente XI, que la confió al cuidado de los monjes cistercienses. En 1826 el Papa León XII la confió a los sacerdotes de la Orden de los Frailes Menores, que la siguen custodiando en la actualidad.
Finalmente, el 3 de mayo de 1957, San Sebastián se convirtió en el patrón de la Policía Municipal de Italia gracias a la proclamación del Papa Pío XII. Todavía hoy, el 20 de enero, fiesta de san Sebastián, el Cuerpo de Policía Municipal de la capital de Roma celebra al santo con una solemne ceremonia.

Basílica de San Pedro en el Vaticano
La tradición cuenta que la tumba en la que fue enterrado el Apóstol Pedro, después de ser crucificado, estaba justo aquí, en el punto más alto de la colina vaticana, donde en el siglo IV el emperador Constantino decidió construir su basílica, la primera dedicada a la memoria del santo.
Durante la Alta Edad Media este lugar de culto se convirtió en el principal lugar de peregrinación de Occidente, hasta que en 1506 el Papa Julio II decidió demolerlo para dar paso a un templo más grande y rico.
Los más grandes maestros de la historia se alternaron en el diseño de esta imponente basílica: Donato Bramante, Rafael o Miguel Ángel hasta que en 1629 Bernini terminó la decoración interior de toda la iglesia dándole su aspecto actual.

Basílica de San Pablo Extramuros
Tras el edicto de Milán del año 313, gracias al cual se concedió a los cristianos la libertad de culto, el emperador Constantino decidió donar dos basílicas a la nueva Iglesia naciente, erigidas sobre las tumbas de Pedro y Pablo.
Sin embargo, más tarde, en el siglo V, dada la continua afluencia de peregrinos a la tumba y las dimensiones limitadas del edificio original de la basílica de San Pablo, los tres emperadores que gobernaban entonces, Teodosio, Valentiniano II y Arcadio, se vieron obligados a construir un edificio más grande, invirtiendo su orientación hacia el oeste.
Finalmente, en 1854 fue inaugurada por el Papa Pío IX la actual y monumental basílica que sigue conservando hasta hoy en su interior la que según la tradición fue la cadena que unía al apóstol Pablo al soldado romano mientras estaba preso en espera de juicio.

Basílica de San Juan de Letrán
La Archibasílica del Santísimo Salvador y de los santos Juan Bautista y Evangelista, comúnmente conocida como San Juan de Letrán, se alza cerca de la colina del Celio.
Originalmente, antes de la construcción de la basílica, esta zona era propiedad de la antigua familia de los Lateranos, que tenían su residencia en las inmediaciones. Los Anales de Tácito del año 65 hablan de una confiscación por parte de Nerón, debido a la implicación de algunos miembros de la familia en una conspiración contra el propio emperador.
Más tarde, los terrenos pasaron a ser propiedad de una tal Fausta, conocida por ser la mujer de Flavio Valerio Constantino, que fue proclamado emperador cuando murió su padre en el año 306.
El emperador Constantino dio libertad de culto a los cristianos con el edicto de Milán del año 313 y, preocupado por ofrecer a la Iglesia naciente un lugar adecuado para sus celebraciones, cedió al Papa Melquíades los terrenos lateranos que su mujer le había dado como dote para construir allí una iglesia.
La Basílica, consagrada en el año 324 por el Papa Silvestre I, fue dedicada al Santísimo Salvador. En el siglo IX Sergio III la dedicó también a san Juan Bautista y en el siglo XII Lucio II añadió a san Juan Evangelista.
Desde el siglo IV hasta el XIV, cuando el Papa se trasladó a Aviñón, Letrán fue la sede principal del papado, convirtiéndose en símbolo y corazón de la vida de la Iglesia.
En 1378, con la elección de Gregorio XI, la sede del Pontífice regresó a Roma, pero como Letrán estaba en pésimas condiciones, se decidió trasladar el poder al Vaticano.
No fue hasta 1650, por encargo del Papa Inocencio X, cuando se decidió la total remodelación de la Basílica gracias a la obra de Francesco Borromini.

Basílica de Santa María la Mayor
La Basílica Papal de Santa María la Mayor es el santuario mariano más importante y antiguo de Occidente, y es la única entre las Basílicas Papales que ha mantenido intacto su aspecto paleocristiano. Aunque la enriquecieron con añadidos sucesivos, todos los mecenas respetaron el plano original que, por tradición, era considerado fruto de un diseño divino. Según la historia de la fundación, la Virgen María se apareció en sueños al patricio Juan y al Papa Liberio exhortándoles a construir una iglesia dedicada a Ella en el lugar exacto donde hiciera caer la nieve. En la mañana del 5 de agosto del año 358, vieron el perímetro dibujado por la nieve en el monte Esquilino, la más alta de las colinas romanas. La milagrosa nevada se conmemora todavía hoy con pétalos blancos que se dejan caer desde el techo de la Basílica durante la liturgia. La tradición ennoblece a Santa María la Mayor como reliquia mariana, querida y diseñada por la propia Madre de Dios.
La Basílica custodia el icono mariano más importante, la Salus Populi Romani. La tradición atribuye la imagen a San Lucas, evangelista y patrón de los pintores. El Papa Francisco pone sus viajes apostólicos bajo la protección de la Salus, a la que suele visitar antes de su partida y después de su regreso.
La reliquia de la Santa Cuna, el pesebre donde fue recostado el Niño Jesús, recuerda la importancia de Santa María la Mayor como el Belén de Occidente. Aquí, por primera vez, se celebró la Misa de Nochebuena y durante siglos los Pontífices acudieron a la Basílica manteniendo esta costumbre.
Entre las reliquias más importantes, la Basílica custodia los restos de San Matías y de San Jerónimo.
